Hacía varios días que quería publicar esta entrada, pero entre el finde movidito y la creación del template de un blog que le estoy haciendo a Pol (se llamará Cocina para dummies, aunque no será nada del otro mundo, espero que le guste mi diseño, ) no me había dado tiempo.
El viernes pasado Pol y yo estuvimos en el Salón del Manga. Decidimos ir el primer día para evitarnos la interminable cola que se forma los sábados para entrar y la agobiante aglomeración en los stants de frikis ansiosos por hacerse con la figurita de su manga/anime favorito o el peluche de rigor. Y si bien acertamos en lo de la cola, ya que para entrar directamente no había y para comprar la entrada sólo tardamos 10 minutos, el interior de la Farga sigue pareciendo una lata de sardinas donde la gente tiene que valerse de todos sus trucos (algunos más correctos que otros) para hacerse un hueco en el mostrador y conseguir su deseado merchandising.
Como cada año soy más pobre, cada año puedo comprarme menos cosas. Alina este año directamente no ha ido para evitar la tentación de ver algo que le guste y no poder hacerse con ello. Quizá el año que viene tendría que hacer lo mismo... Pero es que el Salón me trae tan buenos recuerdos y le estoy tan agradecida por todas aquellas personas que he conocido gracias a la "excusa" de asistir, que si un año no voy siento como un pequeño vacío en mi interior. Y aunque cada año la entrada sea más cara, haya más gente (en especial niñatillos escandalosos), los precios de los productos sean más desorbitados y yo tenga mi cuenta bancaria en números rojos, acudiré a la cita aunque sólo sea para ver el ambientillo, dejarme arrastrar por la marea humana y luego quejarme del ruido mientras me arrepiento de lo mucho que he gastado.
Pocas cosas que me han llsmsdo la atención este año del Salón. La moda de las jovencitas seudo-góticas o gotic lolitas que durante varios años habían invadido la Farga con sus mini falditas de encaje y corsés negros parece estar dando paso (o mutando) en un estilo mucho menos agresivo y más femenino. Aunque siguen triunfando los encajes, los corsés y las faldas abullonadas, ahora muchas lo hacen en tonos pastel aderezados con complementos más "cuties". Paseando entre los stants encontré dos tiendas muy monas que vendían collares y anillos con forma de dulces que daban ganas de comérselos (copas de nata con fresas, bolas de helado, cookies, tabletas de chocolate, bollitos de colores...) así como camafeos, gargantillas de encaje, relojes antiguos de bolsillo... Me habría llevado un par de complementos, pero mi presupuesto ya no daba para más y no eran baratos precisamente. Si sentís curiosidad podéis hechar un vistazo a sus webs
aquí y
aquí. También había unas chicas que vendían un montón de pelucas de colores llamativos, que para ser sintéticas tenían un tacto muy suave y agradable y no eran excesivamente caras. Elena, una amiga de Pol, se llevó una en rosa fusia que le quedaba muy bien. Para hacer la gracia yo también me probé una en rosa chicle, pero he de confesar que me quedaba bastante mal T.T; hasta Pol me lo dijo y eso que suele "suavizar" la verdad para que no me deprima xDD. Tendría que haberme probado una en rojo sangre o naranja que me habría favorecido mucho más. Igualmente os dejo la foto para que la veáis.
Quería imitar a Utena, pero esta visto que el rosa no es mi color T.T.
Más cosas a destacar. Para mi alegría, se ha puesto de moda una serie que me encanta y de la que me habría llevado todo el merchandising disponible si hubiera tenido pasta. Se trata de
El dulce hogar de Chi un manga a todo color que cuenta las aventuras y desventuras de un pequeño mimino en su nuevo hogar humano. La verdad es que Pol y yo nos partimos con él y eso que de momento sólo tenemos el primer tomo. Pero es que Chi, la gatita protagonista, es una verdadera monada y encima se parece un montón a Cendra, la mascota de Pol; en cada capítulo la vemos reflejada xD. Aunque según él Chi es una mezcla de Cendra y Perséfore, ya que posee la inocencia, las ganas de jugar y la estupidez (en el buen sentido de la palabra) de la primera y la mala leche y el rencor de la segunda. Como no podía gastar mucho, al final me decanté por un peluche cabezón de Chi ( había uno que me gustaba más, pero 10 euros más caro) y un colgante para el móvil. Pol se hizo con el manga "aconsejado" por mí :P.
Aquí estoy orgullosa exibiendo las tres cosas. Qué cara pan se me ha puesto T.T
Más cosas más cosas. ¡Ah, sí! Me llevé un gran chasco con una de las mangakas que había sido mi gurú en el maravilloso mundo del manga y el anime, Wataru Yoshizumi. Seguro que la conocéis por series tan famosas como
Marmalade boy ( La familia crece) o
Mint na bokura ( Somos chicos de menta). La decepción en cuestión me la llevé nada más entrar en el Salón. Yo estaba bastante emocionada porque ese día a las 17.30 Wataru iba a firmar ejemplares de su nuevo manga ( pensaba comprármelo sólo para que me lo firmara) y ya lo primero que veo es un cartel que reza "los tickets para la firma se han agotado, disculpen las molestias". Inmediatamente pregunté al encargado y dijo que se habían agotado nada más abrir el Salón y que el sábado y el domingo pasaría lo mismo. Como no teníamos pensado volver otro día, me consolé diciéndome que al menos podría hacerle una foto de lejos, pero ni eso, pues un cartel enorme prohibía hacer fotografías a la estrella. Así que mi gozo en un pozo.
Resignada, Pol y yo continuamos con nuestras compras frikis
. Mientras tanto, Elena, la amiga de la amiga de Pol, que había sido la traductora del último manga de Yoshizumi, hizo valer sus contactos para conseguir la apreciada firma (si es que no hay nada como los contactos para conseguir cosas en esta vida). Lo que no me gustó nada, y de ahí viene mi gran decepción, es que la "gran" mangaka se negó a firmar el ejemplar de la otra Elena (la amiga de Pol). Peor aún, directamente la ignoró pese ser también fan. La verdad, creo que tampoco le habría supuesto un gran esfuerzo estampar su excelentísima marca en un último tomo, pero así son las estrellas, nunca tienen suficiente tiempo para la plebe.
Por último comentar que Pol encontró al fin, tras más de una década de búsqueda, un llavero de Chibiru, el pequeño demonio de Arale que se dedicaba a recolectar almas (al menos lo intentaba) para su terrorífico padre, el Rey de los Demonios. Aquí está la prueba.
El viernes del Salón fuimos a comer a un restaurante japonés especializado en ramens llamado Shi Man To. Estaba cansada de los típicos woks que hacen un sushi pésimo, me apetecía comer por una vez comida japonesa auténtica (o lo más auténtica que se pudiera) aunque tuviera que dejarme una pasta, así que Pol se puso a buscar por la red a ver qué encontraba. Se topó con esta
web, cuyo creador al parecer es un verdadero entendido de la cocina japonesa que se ha dedicado a visitar todos los restaurantes japoneses de Barcelona para luego puntuarlos en su blog. Y mirando en sus top10 el Shi Man To nos llamó la atención, en especial porque el autor de la web decía que el propio cocinero era el que hacía los fideos del ramen; además estaba cerca de la estación de Sants, lo que nos venía de perlas para luego tomar el tren rumbo Hospitalet.
Y la verdad es que el restaurante no nos decepcionó. La camarera que nos atendió era muy amable, no tuvo ningún problema en explicarnos las diferencias de los ramens e incluso parecía encantada de recomendarnos otros platos. Al final, como el presupuesto era limitado, de primero nos pedimos unas empanadillas de carne y verdura extremadamente jugosas y de segundo el aclamado ramen. Estaba delicioso (aunque los fideos estaban demasiado al dente para mi gusto) y disfruté bebiendo el caldo directamente del bol una vez comida la pasta cual personaje de anime. De postre pedimos un pastelito de pasta de arroz relleno de mus de chocolate; la verdad es que era bastante caro para la cantidad que daban, pero estaba bueno. Os dejo unas fotos para que veáis:
Desde que vi las fotos en el face de Anna me apetecía ir a comer al dinner
Big J's. Fast Food americano envuelto en una decoración de cafetería de los años 50, ¿qué más se podía pedir?
La verdad es que no estuvo mal, pero si lo comparas con restaurantes del estilo está mucho mejor el Hard Rock Café y con diferencia. No existe una buena relación calidad/precio. Lo más bueno son las hamburguesas, porque se pueden personalizar como quieras (eso sí, incrementando 1eu con cada producto); te las sirven con una ridícula ración de patatas congeladas y una ensalada de col extra dulce. Como no, Pol se la pidió con extra de carne ¬¬'. Los postres ni fu ni fa, demasiado caros; el brownie sabía bien pero estaba frío y el milkshake no era nada del otro mundo ( aunque en ese punto de la comida estaba tan empachada que ya no era capaz de saborear nada). Lo mejor sin duda la decoración, todo en tonos rojos, negros y blancos, con un mega poster en la entrada estilo linchestein (yo quiero unoo!!), los típicos sofás de cuero rojo y un cadillac pegado a la pared.
Merece la pena ir como curiosidad, pero no lo recomiendo para ir una segunda vez.
Aquí unas fotos:
Y como extra un montaje rápido sin tableta (oh, my God!) estilo pop art:
Nos vemos en una nueva actualización.